
Aún no tengo carnet de profesor, así que cuando llegué a la universidad el primer día e intenté pasar por el torniquete, no pude. La recepcionista me miró y preguntó:
—¿Vas a ver clases?
Entonces me sonreí y le respondí:
—Voy a dar clases.
Quizá mi cara engañe, pero espero que la primera clase y esta carta me justifiquen.
No veo nada más idóneo que empezar este camino impartiendo Redacción y Estilo como asistente de la profesora María Teresa —a quien admiro y le debo mi más profundo agradecimiento—. Más aún, con el lenguaje en terapia intensiva, el esfuerzo de quien enseña el buen leer y el buen escribir es portentoso y digno de reconocimiento. «El lenguaje es inseparable del mundo del hombre», nos recuerda Rafael Cadenas, y «en la defensa del hombre ha de incluirse la del idioma». 1
El lenguaje tiene una razón, un sentido. El lenguaje forma humanidad. Pronto nos damos cuenta de que lo hablado no nos basta, entonces escribimos; pero, en el fondo, ¿por qué escribimos?
Responder a esta pregunta fue nuestra primera actividad en clase, y las respuestas que dieron encierran, unidas, grandes verdades sobre la escritura y el ser humano, con las que podemos articular un razonamiento que va de lo más superficial a lo más hondo. Compilé con ánimo las más repetidas para que aprendamos de ellas:
1.
Escribimos para comunicarnos, transmitir ideas u opiniones, expresarnos, compartir experiencias, contar historias y conectar.
A priori esto parece una obviedad, pero encierra algo esencial: el reconocimiento de la otredad, del otro. No se entiende el Yo sin el Tú, de manera que este sentido de la escritura prueba lo que nos enseña la antropología relacional. Con Simone Weil podemos meditar sobre esta realidad: «Leemos, pero también somos leídos por otro».2
2.
Escribimos para entender el mundo y entendernos a nosotros mismos, para hacer que arriben a puerto los pensamientos naufragados, como una necesidad natural de conocernos y de plasmar algún retazo de nuestra esencia. Escribimos para captar la realidad propia y la de los demás, para conectar con quienes desean ir más allá de sí mismos.
En estas respuestas encontramos el anhelo del saber como necesidad constitutiva del ser humano. Afirma Rafael Tomás Caldera que «la fuerza de la expresión viene de su necesidad», pero tal necesidad «coloca bajo otra luz, más sustantiva, al arte de la palabra. Lo une a la búsqueda de la plenitud humana».3
Tal búsqueda es imperecedera, pero con un buen empleo de nuestra libertad nos acercamos cada día a ella.
3.
Escribimos para conseguirle sentido a la vida, para ser mejores y aprender de los errores; en suma: escribimos porque somos libres y para ser libres.
La libertad, como saben, no sólo se constituye como una mera facultad operativa del ser humano, sino que ha de orientarse a fines superiores: el Bien, la Verdad, la Belleza, la Justicia, la Virtud... allí la plenitud tiene su sede.
Pero falta más. La libertad de la escritura no sólo se enmarca en un plano ético, sino que descubre el anhelo humano de permanencia y su conexión con lo eterno. Esta libertad la desarrolla María Zambrano diciendo:
«Por la palabra nos hacemos libres, libres del momento, de la circunstancia asediante e instantánea.
(...)
Salvar a las palabras de su momentaneidad, de su ser transitorio, y conducirlas en nuestra reconciliación hacia lo perdurable, es el oficio del que escribe».4
De esta manera, la palabra escrita es capaz de escaparle a la fugacidad del tiempo, de trascenderlo. Y esto nos lleva a sus respuestas más resonantes:
4.
Escribimos para preservar la memoria, para dejar huella, inmortalizar las ideas, pues la escritura funge como una fotografía de la mente. Escribimos para trascender, y tal trascendencia parece ser una necesidad que nos constituye: la necesidad de crear —ser partícipes de la creación misma —. En este esfuerzo, la escritura engendra belleza, crea magia y música a partir de las palabras, va develando el misterio de existir.
Pero este elogio a la trascendencia no queda completo sin la mención honorífica a otras de sus respuestas que, considero, contienen una profundidad encomiable.
5.
«Escribimos para recordar». Esta palabra es preciosa, pues “re-cordis” significa “volver al corazón”. Quien escribe para «agradecer los detalles de la vida» consigue también esto mismo: recordar esos detalles.
Otro estudiante respondió que escribimos para «ordenar el caos del corazón». Así, el corazón tiene un lugar privilegiado en la escritura, de manera que yo completaría afirmando: escribimos por amor.
Alguien más dijo: «escribo para justificar mi existencia», lo cual me conmovió especialmente. José Ortega y Gasset escribió alguna vez: «Amar una cosa es estar empeñado en que exista; no admitir, en lo que depende de uno, la posibilidad de un universo donde aquel objeto esté ausente».5
Considero que el buen escritor es el que ama y da cuenta de ese amor, pues vivir en la verdad requiere amarla. La escritura como acto de amor, me parece, es la respuesta más noble a nuestra pregunta, la que contiene todo lo que dijeron.
«El poeta produce lo bello con la atención fija en lo real. De igual modo que un acto de amor» —Simone Weil.6
A modo de cierre
A veces la escritura es como ese torniquete que yo no podía atravesar, y necesitamos de algo o alguien que nos dé la llave para activarlo. La inspiración que nos descubre las palabras que buscamos se entrena con atención, asombro, lectura y mucha escritura fallida. Cierro, pues, con esto:
«Concluye Arturo Uslar Pietri un hermoso artículo sobre el arte de escribir con esta sentencia: "Yo no daría a los que quieren escribir sino un consejo: escriban"».7
¡Feliz inicio de semestre! 8
Podcast 🔊
Esta semana en Filosofando Sin Filtros publicamos un episodio en el que nos sumergimos en la relación entre la filosofía y el alcohol, analizando cómo las bebidas espirituosas han influido en la cultura y el pensamiento humano a lo largo de la historia. 🥂
Me publicaron en La Gran Aldea
Mi artículo anterior, La nota discordante, fue publicado por el portal La Gran Aldea. Se puede leer aquí.
Recuerda 👀
Este proyecto es una columna de reflexión y opinión semanal. Mi objetivo es que algún medio me publique. Si te gusta, me ayudaría mucho que compartas este contenido. ¡Feliz inicio de semana!
Rafael Cadenas, En torno al lenguaje (Monte Ávila Editores Latinoamericana, 2004, pp.22-23).
Simone Weil, La gravedad y la gracia (Trotta, 2007, p.168).
Rafael Tomás Caldera, De la lectura. Del arte de escribir (Vadell Hermanos Editores, 2001, p.76).
María Zambrano, «Por qué se escribe». En: Hacia un saber sobre el alma.
José Ortega y Gasset, Estudios sobre el amor (Revista de Occidente, 1966, p.72).
Simone Weil, La gravedad y la gracia (p.155).
Rafael Tomás Caldera, De la lectura. Del arte de escribir (p.41).
Doy cuenta de la respuesta que yo escribí en la clase, pues también participé: «Escribo porque tengo mucho que decir, y al mismo tiempo no tengo nada que decir. Escribo para averiguar si eso que tengo que decir lo digo yo o lo dice alguien más. Escribo para conseguirme con mis propias ideas en el camino».
Muy interesante el artículo. Mi respuesta hacia esa pregunta sería breve: Escribo para recordar, estructurar y expresar (no es tan expresivo como las otras, pero creo que se entiende).
Y como lector acérrimo de La Gran Aldea, me causa mucha felicidad que hayan publicado uno de los artículos que (considero yo) muchos Venezolanos deben leer. Espero que esto lleve a que te publiquen en otros medios nacionales, como El Nacional (que es el que más leo sus columnas de opinión).
¡Saludos!
PD: Ya que mencioné a El Nacional, te recomiendo leer este grán artículo de Corina Yoris que creo que te puede dar tema para escribir: https://www.elnacional.com/opinion/promovamos-y-preservemos-nuestros-valores-venezolanos/
Te amo y te admiro más, es decir, infinito.